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Malinalco

Malinalco, fotografía de Marina Morris Uruchurtu

El cerro de los ídolos

Los mexicas eligieron las alturas de este cerro para construir un espectacular santuario dedicado a Huitzilopochtli, dios de la guerra, y así cumplir con su misión de alimentarlo con sangre humana, fuerza vital para asegurar la sobrevivencia del cosmos. Durante casi dos décadas al santuario sólo accedían los guerreros más valientes y poderosos para alcanzar el grado más alto. Además, también era una de las fortalezas y puntos estratégicos de control militar más importantes de los mexicas.

Me parece que parte de estos retos para los guerreros era subir el monte. Actualmente cuenta con 432 escalones que hay que subir para apreciar esta zona arqueológica que se caracteriza por su construcción. Para este santuario se utilizaron dos técnicas arquitectónicas: la mampostería y la monolítica. La mampostería consiste en construir muros mediante la colocación de bloques de piedras talladas y pegadas con alguna mezcla o solo sobrepuestas. La arquitectura monolítica es muy poco común, ya que se talla la piedra como si se tratara de una escultura. Además, se distingue de otras edificaciones de este tipo, ya que en su construcción sólo se usaron herramientas de piedra.

Este santuario mexica,  único en Mesoamérica, se consideraba la morada terrestre del sol, donde los guerreros águilas y jaguar, excelsos por su valor, linaje y fuerza, alimentaban con su propia sangre, obtenida mediante autosacrificios, que dedicaban a Huitzilopochtli, dios de la guerra y del sol.

Este lugar era un centro ceremonial en donde se probaban los mejores guerreros. De las provincias conquistadas se escogían a los más valientes, de alto nivel y  linaje que luchaban para enaltecer a sus captores. El guerrero cautivo, atado con una cuerda en la cintura o del tobillo, se equipaba con una macana. Adornado con plumas y varios garrotes de pino. Según su valentía, se enfrentaba hasta en cuatro o cinco ocasiones a un guerrero águila o jaguar, quienes estaban equipados fuertemente con armas verdaderas para los cautivos. Esta lucha era un honor, ya que así podían demostrar su valor.

Según Fray Bernardino de Sahagún, el cautivo se pintaba de blanco,  con un taparrabos rojo, la cabeza emplumada, los párpados de color negro y el contorno de la boca rojo. Una vez que el cautivo resultaba herido, se preparaba su sacrificio en el Cauhcalli, casa de las águilas, mediante la extracción del corazón que, junto con su cuerpo desollado y desmembrado, se colocaban en una vasija. Este rito se hacía en honor a Huitzilopochtli.

En la casa de los quemadores, una zona que queda prácticamente en medio del recinto, parece que se llevaban a cabo ceremonias para honrar a los guerreros caídos en el campo de batalla, así como las mujeres nobles que morían al dar a luz eran consideradas por haber logrado atrapar con vida a un guerrero.

Su ubicación y antigua población

A 1800 metros sobre el nivel del mar está el valle de Malinalco. Lo rodea una serie de cadenas montañosas. Destacan la Cumbre de Matlalac y los cerros de la formación Tepoztlán, cuya antigüedad se remonta a la época terciaria (65 millones de años). La formación Tepoztlán atraviesa poblaciones tales como Chalma y Tepoztlán, de donde toma su nombre, culminando en las faldas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.

Sobresalen las enormes montañas, acantiladas de Tozquihua, Mirador, Orquemel y el Cerro de los Ídolos, lugar donde se localiza el Cuauhtinchan. Aprovechando que el valle se angosta considerablemente formando una especie de callejón natural, en las alturas de este cerro los mexicas construyeron una fortaleza militar, en ella erigieron varios monumentos entre los que se destacan por su magnificencia el Cuauhcalli, Casa de las Águilas.

La población de esta región compartió rasgos culturales e intercambios comerciales o pagos tributarios de los grupos vecinos: los tlahuicas de Morelos, los chántales de Guerrero, los matlatzincas del Valle de Toluca y los mexicas provenientes de la hoy Ciudad de México.

Este valle es una ruta natural de comunicación, comercio y flujo de productos; de ahí su importancia estratégica y la razón por la cual los mexicas lo eligieron para establecer una guarnición militar fortificada. Los mexicas no fundaron Malinalco, pero construyeron esta fortaleza militar para someter a todas las provincias de la región, pródigas en recursos como la sal y el algodón, cuyas mantas eran muy apreciadas en Tenochtitlán.

“…las mujeres nobles que morían al dar a luz eran consideradas por haber logrado atrapar con vida a un guerrero..”

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