Por dentro, la estatua más icónica de la ciudad de París pintada a mano invocando a las primeras postales que no han dejado de hacerse por más de un siglo. Por fuera, la estructura de fierro en vista inferior desde distintos ángulos. Esta pieza pretende mostrar la ramificada dureza alrededor de una imagen casi romántica de lo que para muchos simboliza lo más sublime de un sentimiento que trasciende en el tiempo: el amor.
Eiffel es una pieza emblemática que no solo coincide con vivencias muy intensas, sino que concreta también el haber cumplido muchos sueños de mi propia juventud. A pesar de mi debilidad para los idiomas, sobreviví más de tres años en esta ciudad de la luz que me otorgó muchas lecciones, enseñanzas y amigos, pero sobre todo la habilidad de reconocerme a mí misma y empezar un camino que me ha llevado hasta aquí.
Esta pieza es una añoranza personal pero también gráfica al hacer uso de elementos que se caracterizaban en las postales antiguas como el iluminar a mano el cielo, los árboles y la propia torre, pero con una toma actual.