La naturaleza de las cosas
En medio de las discusiones al principio de la fotografía y en el establecimiento de conceptos como la belleza que califica el arte hubieron cantidad de autores. Mi naturaleza es sarcástica (dicen que es hereditario) por lo que hay personajes históricos a los que me inclino por una empatía en su forma de expresarse, es el caso de Emerson y su disputa respecto a la poisición de la fotografía ante la opinión de Baudelaire.
Entre este vericueto al discutir si la fotografía era un arte, era el momento en que la pintura más cercana a la realidad era la que tenía más éxito, la reproducción de la naturaleza era el objeto de las artes. Los escritos de Platón tenían un peso considerable por lo que cualquiera que se atreviera a contradecirlos tendría que bien argumentar todos los nuevos preceptos.
Platón, que hacía converger en Occidente la Belleza con la visión objetiva de las cosas, apareciendo ella por sí misma como una característica auténtica de lo Verdadero y lo Bueno, decía que “…es únicamente en ese momento cuando ve la belleza con el órgano con que ésta es visible, cuando le será posibe engendrar, no apariencias de virtud, ya que no está en contacto con una apariencia, sino virtudes verdaderas, puesto que está en contacto con la verdad…”
Emerson toma al pie de la letra el aserto puest en boca del vulgo, sarcásticamente, por Baudelaire quien decía “creo en la naturaleza y nada más que en la Naturaleza. Creo que el arte no es sino la reproducción exacta de la Naturaleza (…). Por lo tanto, la industria que nos proporcione un resultado idéntico a la naturaleza será el arte absoluto.”Esto significaba que se contradecía respecto a no aceptar la fotografía como un arte, ya que era una fiel reproductora de la realidad.
A colación me vino en seguida una serie de imagenes que levanté en los Alpes Italianos, y aunque sueno romántica al mencionar el lugar, puedo afirmar que ese tiempo fue para mi uno de los más prolíficos en todos los sentidos… menos el económico, claro está.
Andaba entre la mochila, el hostal, el fránces (idioma) y la niña que cuidaba para seguir descubriendo “vistas”. Mi cámara era una Nikon 8008 que no soltaba para nada. Estaban de “moda” los rollos de diapositivas Ilford a los que podías poner el ASA que tu quisieras, en fin, se sentía la evolución técnica en la química y física hasta que nos topamos con el digital.
Volviendo a esta imagen que les comparto, en donde en aquel entonces pense haber alcanzado las faldas de Ansel Adams, es impresionante como un encuadre tan pequeño de ese gran entorno me recuerda, todavía, hasta el olor de aquél lugar. Más allá de que sea o no un arte, de su posición actual y de la belleza descrita, inscrita y reescrita por tantos autores, la fotografía siempre tendrá el poder de la esencia del hombre, sus recuerdos.