Por dentro un reloj tomado en uno de los pisos superiores del Musée d´Orsay, mismo que rodea la textura del techo del ala principal que se encuentra en la entrada. Reloj que marca el tiempo de ida y vuelta con destino horizonte Rio Sena. Era un tiempo vívido que atendía a la creación de impresionistas que se transformó en un sinnúmero de corrientes modernas y que ahora se encierra en un par de museos para ver morir desde fuera a París.
El tiempo es una pieza que me recordó mucho algunas clases de teoría del arte que cuentan sobre el valor de los objetos, su significado en las distintas épocas y lo efímero que se puede volver una pieza ante alguién que no tiene los conocimientos básicos para apreciarla.
Por otro lado, pero en el mismo sentido, lo relacioné también con una charla larga y tendida que tuve con un grupo de escritores franceses en mi último viaje a París, en donde uno de ellos concluía tristemente en que París, hoy dia, está muerto. Esta fuerte reflexión me hizo mirar con otros ojos a esta hermosa antigua ciudad en donde, en efecto, no pasa mucho actualmente a comparación del ajetreo en la que vivió durante el siglo pasado.
En conclusión estos grandes museos me parecieron friamente llenos de objetos que recuerdan a una ciudad viva y llena de expresiones artísticas que marcaron todas las corrientes que se estudian en cualquier academia de historia del arte… pero que ahora son precisamente, pura historia.